lunes, 4 de noviembre de 2019

LA MASACRE DE LAS BANANERAS



LA MASACRE DE LAS BANANERAS: «NO HA PASADO NADA, NI ESTÁ PASANDO NI PASARÁ NUNCA»

Con cerca de 7 millones de habitantes en esa época, nuestro país tenía cierto carácter de selva virgen, pululaban las haciendas tradicionales de costumbres casi feudales, era país de minas de oro, platino, carbón, sal, esmeraldas, inmensas plantaciones de café, banano, también tabaco y formas de esclavitud en las zonas caucheras del Amazonas.
25 años habían pasado del “rapto de Panamá” –así lo llamaban- y con la primera cuota de 5 millones, de 25 que pagaron a plazos por ese territorio los EE.UU., más el alza del precio del café, más la Deuda Externa contraída entonces y la violenta irrupción de capitales extranjeros, los años 20 se convirtieron en la década de la aceleración de la industria y de la iniciación de la infraestructura económica y física necesaria para el desarrollo del incipiente capitalismo colombiano.
Así llegó la modernización a nuestro país, entonces se conocieron las máquinas nuevas para la producción fabril que aceleraban la industria y el trabajo manual de los artesanos, las trilladoras de café, las máquinas de coser de pedal que usaron las abuelas, los molinos y por supuesto todo lo eléctrico, a más de la mecánica automotriz, pues los carros reemplazaban a los románticos coches tirados por caballos.
Fue un decenio clave y sobresaliente en el siglo XX, no solo por la transformación que la tecnología de entonces obró en la vida de las gentes sino por lo que significaron los 2 más grandes fenómenos sociales de los primeros 50 años de ese siglo: el nacimiento de una clase obrera y la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Lo primero se dio por el cambio de vida de millares de campesinos que dejaron de estar atados a las haciendas como aparceros o arrendatarios y comenzaron a incorporarse masivamente a las concentraciones obreras mediante un nuevo sistema de pago: el salario. Legiones de trabajadores se incorporaban a deferentes frentes de trabajo: 20 mil en ferrocarriles, más de 600 mil hombres y mujeres hacían posible la exportación de café, otros millares en la construcción de canales, cables aéreos, carreteras, adecuación de puertos, en fin……. Por su parte a las mujeres, que en ese tiempo solo podían trabajar como maestras, enfermeras o tegrafistas, las necesitaban ahora en los talleres de confección, las textileras antioqueñas, las fábricas de fósforos, cerveza, tabaco y otras recién abiertas. Además, comenzaban a conformarse ejércitos de secretarias para las oficinas.
Para esa desproporcionada movilización el gobierno expidió la ley de circulación, lo que permitió que masas enteras llegaran a trabajar como obreros en los enclaves norteamericanos: la tropical Oil. Co, en Barrancabermeja, explotaba el petróleo; la Frontino Goil Mines y la Choco Pacifico, oro y platino y la famosa United Fruit Company, protagonista de la masacre de los trabajadores al final del decenio, en la Zona bananera de Santa Marta.
La consecuencia natural de aquellas concentraciones obreras fue la organización y el descubrimiento del poder de la huelga. Las abismales diferencias sociales de riqueza y pobreza y la barbarie de un régimen hegemónico con 42 años en el poder, que utilizó el destierro, la muerte y la tortura para sus adversarios, cohesionó los distintos sectores sociales y a mitad de la década se fundaba la primera Confederación Obrera Nacional y el Partido Socialista Revolucionario, ambas instancias como resultado de un proceso de organización y de experiencias de años.
Sus líderes nacionales, entre ellos Tomas Uribe Márquez, Raúl Eduardo Mahecha y María Cano sintieron y enfrentaron su lucha en el fragor de las grandes huelgas, la última de las cuales fue la de la Zona Bananera, dirigida por los mas representativos Sixto Ospino, Adán Ortiz Salas, Aurelio Rodríguez, José G. Russo, Erasmo Coronel, igualmente por mujeres como Josefa Blanco, secretaria del sindicato de Orihueca, quien bajo su responsabilidad tuvo a 100 obreros, con ellos vigilaba que no hubiera corte de racimos de bananos y emboscó y redujo pequeños grupos de uniformados que luego llevaba al comité de huelga para hacerlos reflexionar si era el caso, o sacarles información o juzgarlos. Otra mujer olvidada fue Petrona Yance, la más destacada de entre 800 mujeres que participaron en la Huelga.
El Presidente Abadía Méndez y su ministro de guerra nombraron como comandante general a Carlos Cortes Vargas con exceso de atribuciones. El fijó el 5 de diciembre como la fecha para negociar el pliego de peticiones que contenía 9 puntos.
Los 25 mil huelguistas tenían a su favor la simpatía de la población y del propio Alcalde, de los indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes y algunos ganaderos que les enviaban reses para su manutención. Y algo inusitado, por lo contrario a las ideas generalizadas, fue el hecho que muchos trabajadores norteamericanos se solidarizaron con ellos. Se sabe, también, que hubo deserciones individuales y de grupo en el primer tiempo de la huelga, reclutas que se negaron a disparar y otros que entregaron sus armas a los obreros.
Se estimaron en 5000 los trabajadores que estaban en la plaza cuando fueron rodeados por los 300 hombres armados. Contaban los sobrevivientes que después de un toque de corneta el propio Cortes Vargas dio la orden de fuego por 3 veces, sin embargo, nunca se supo cuántos muertos hubo: las narraciones populares orales y escritas difieren: de 800 a 3 mil, y agregan que los botaron al mar. Las oficiales admitieron de 15 a 20.
Aquel fue el “bautizo de fuego” de la clase trabajadora colombiana. Vinieron los Consejos de Guerra, posteriores asesinatos selectivos de otros líderes y cárceles para los dirigentes nacionales y locales.
En defensa de los condenados salió el joven Abogado Jorge Eliécer Gaitán, quien dejó para la historia colombiana una página inolvidable que terminó con éxito pues absolvieron a todas las personas acusadas.
La década de los 20 ha sido llamada con razón, la época de oro revolucionaria de Colombia.

 El 5 y 6 de diciembre de 1928, el Ejército colombiano asesinó a miles de mujeres, hombres y niños en Ciénaga, Magdalena, en lo que se conoció como la masacre de las bananeras. La matanza de los militares buscó proteger los intereses de la multinacional United Fruit Company.
En la década de 1920, el departamento del Magdalena, en el caribe colombiano fue el epicentro de la producción bananera que lideró la multinacional United Fruit Company. Esta multinacional controló el mercado del banano en varios países de centro América y el Caribe.
La United Fruit Company se apoderó de extensiones de tierras en la región para garantizar la producción de banano. Igualmente, se aseguró de traer a miles de personas de diferentes regiones del país para que trabajaran como obreros en las plantaciones bananeras.
La historiadora Judith White señala que a finales de los años veinte, en la economía a nivel global era evidente la dominación de la United Fruit Company sobre el mercado internacional del banano, sin embargo era desafiada por algunas compañías que lograban reducir los costos de producción de la fruta. Para mantener su participación en el mercado, esta multinacional buscó reducir los costos de producción. De igual forma, en esos años era evidente que la zona bananera de Santa Marta, dejó de ser económicamente competitiva: el banano colombiano pesaba menos que los de Centroamérica, además los fletes desde Colombia hacia los Estados Unidos eran mayores.
Por otra parte los movimientos revolucionarios habían ganado importancia en amplias reivindicaciones de los sectores populares, los cuales sufrían enormes condiciones de desigualdad y miseria. Los trabajadores de esta multinacional estadounidense y sus familias sufrían enfermedades, falta de acceso a la salud, hambre, carecían de acceso a la educación entre otros derechos. La situación que sufrían y el clima de luchas populares incentivó a los trabajadores a buscar organizarse para exigir a la United Fruit Company mejores condiciones laborales. Tras organizarse los trabajadores definieron unas reivindicaciones precisas y buscaron sentarse dialogar con la United Fruit Company, a la cual le presentaron estas reivindicaciones:
Estas sencillas exigencias fueron rechazadas por las directivas de la empresa, las cuales se negaron a sentarse a dialogar con los dirigentes obreros a los cuales desconocieron.
La United Fruit Company consideraba las demandas de los trabajadores como una amenaza a su operación en Colombia. Si los trabajadores las imponían, la compañía tendría que aumentar los salarios y el precio de compra a los cultivadores colombianos. Por lo tanto, la United Fruit Company se negó a negociar. La compañía argumentó que la huelga no podía ser vista como un paro legítimo de trabajo, sino como una rebelión contra la autoridad establecida, fomentada por agitadores extraños al conflicto.
Cuando la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena escribió el pliego de peticiones, no solamente le envió copias a la United Fruit Company, también al Presidente de la República, al Congreso y al Ministerio de Industrias. Los trabajadores solicitaban al Gobierno que admitiera la legalidad de sus demandas, y pidieron a la Oficina General del Trabajo que mediara entre ellos y la United Fruit Company.
Sin embargo, el gobierno del presidente Miguel Abadía Méndez buscó proteger los intereses de la United Fruit Company, por lo cual encargó al General Carlos Cortés Vargas para que destruyera la protesta iniciada por los trabajadores.
Tras varias protestas por parte de los trabajadores y de continuas detenciones que realizaba el Ejército, el General Carlos Cortés Vargas, el Gobierno y sobre todo la multinacional United Fruit Company presionaron para que la huelga fuera finalizada a toda costa. Incluso enviaron soldados de Antioquia, pues el general consideró que los de la región no actuarían, pues tenían relaciones familiares y fraternales con la gente de la región.
En la noche del 5 de diciembre, el coronel se concentró en la plaza de Ciénaga con un contingente de aproximadamente 300 soldados traídos de los departamentos de Antioquia y Boyacá. Los manifestantes, quienes estaban preparándose para otra movilización pacífica estaban seguros de que el Ejército no dispararía, por lo que nadie se inmutó frente a las amenazas del militar. Cuando empezaron los disparos el horror se apoderó de las personas en la plaza, mientras los nidos de ametralladora disparaban indiscriminadamente contra los manifestantes.
No es preciso el número de muertos que dejó la masacre. Después del seis de diciembre continuaron los días de terror a manos del ejército colombiano. Según el general Cortés Vargas solo hubo 9 muertos, el embajador norteamericano de la época admitió que la cifra podía llegar a 1000 personas asesinadas, el dirigente Sindical Alberto Castrillón aseguro que la cifra ascendía a 5000 muertos. Varios historiadores coinciden en que la causa para que no se tenga claridad en la cifra radica en el control a la información que hicieron los militares.
Se estimaron en 5000 los trabajadores que estaban en la plaza cuando fueron rodeados por los 300 hombres armados. Contaban los sobrevivientes que después de un toque de corneta el propio Cortes Vargas dio la orden de fuego por 3 veces, sin embargo, nunca se supo cuántos muertos hubo: las narraciones populares orales y escritas difieren: de 800 a 3 mil, y agregan que los botaron al mar. Las oficiales admitieron de 15 a 20.
Aquel fue el “bautizo de fuego” de la clase trabajadora colombiana. Vinieron los Consejos de Guerra, posteriores asesinatos selectivos de otros líderes y cárceles para los dirigentes nacionales y locales.
http://www.colombiainforma.info/wp-content/uploads/2017/12/P1190925.jpgJorge Eliecer Gaitán visitó la región y tras regresar a Bogotá, en el Congreso de la República denunció la forma como el ejército colombiano por orden del Gobierno asesinó a miles de mujeres, hombres y niños para proteger los intereses de la United Fruit Company. El General Cortés Vargas, quien fue exonerado por estos hechos explicó que decidió atacar a los manifestantes, para impedir que los buques de guerra de los Estados Unidos invadieran el territorio colombiano para proteger a la multinacional extranjera.
EXIGENCIAS DE LOS TRABAJADORES
-Seguro colectivo obligatorio
-Reparación por accidentes de trabajo
-Habitaciones higiénicas y descanso dominical
-Aumento del 50% de los jornales mensuales de los empleados que ganaban menos de 100 pesos mensuales de la época
-Supresión de los comisariatos
-Cesación de préstamos por medio de vales
-Pago semanal.
-Abolición del sistema de contratistas
-Mejor servicio del sistema hospitalario



No hay comentarios:

Publicar un comentario